esa señora me dijo que quiero la familia perfecta, el perrito, la casita, el maridito, no parar hasta hacer un hijito y coserle con macramé, con mil colores un pulóver para poder sacarlo a pasear por la plaza, por el pueblo, hacer amigas, muchas, muchísimas!, hablar de actualidad, invitarlas a comer con sus maridos un domingo al mediodía, en mi patio con ese fondo color durazno lleno de plantitas que regué con tanto amor para que ellas se sientan como en casa, y así se haga costumbre todo esto, de los hijitos, el perro, el marido, los domingos, así llegar a viejos, jugar al burako, sonreír, ante todo, tomar mate aunque no me guste, aunque lo quiera bien dulce y a mis amigas no, me tengo que acondicionar, la señora me dijo que quiero eso,visitar una vez por semana sus departamentos, prender la calefacción, y si tengo calor me la tengo que bancar, ellas no se quejaron que en mi casa haga tanto frío, que mi marido no venga los domingos, que esta base que me vendieron no me tape este moretón en la cara, que mi hijo no salga de su habitación, que el perro las muerda, no se quejaron, así que tengo que aguantarme este calor. y morirme de calor, de frío, descuartizada, sola y vacía, acá en esta vida que la señora me dijo que yo quería.
veo una luz que vacila
y promete dejarnos a oscuras.
veo un perro ladrando a la luna
con otra figura que recuerda a mí.
una mujer innombrable
huye como una gaviota
y yo rápido seco mis botas,
blasfemo una nota y apago el reloj.
la cobardía es asunto
de los hombres, no de los amantes.
los amores cobardes no llegan a amores,
ni a historias, tan sólo se quedan allí.
ni el recuerdo los puede salvar,
ni el mejor orador conjugar.
una mujer con sombrero,
como un cuadro del viejo Chagall,
corrompiéndose al centro del miedo
y yo, que no soy bueno, me puse a llorar.
pero entonces lloraba por mí,
y ahora lloro por verla morir