Esperando, me propongo seguir al menos. Fui al kiosco, compré unas pilas y me dediqué a pedalear por la mañana, al son de una música que nunca falla, que llama la melancolía desde un rincón lleno de luz, esperanza y mucho son. Y si alguna canción me hace tropezar, no falla nunca el
ffwd para esquivarla y seguir andando. Y si la bicicleta está averiada, mejor dejarla descansar, llevarla al médico, esperar que mejore para después poder disfrutarla, que a ella no le duela, que no sea difícil andar juntas y llegar adonde sea. Y que el viento nos pegue en la cara y nos llene de vida.
Así que sin bicicleta ayer, me fui nomás con la música a pasear. A meterme en casas llenas de abrazos y cariñitos, a festejarles el día a las personas que se lo merecen. Primero
Rosunis, el mate, Flor(una de todas ellas!...) y las ideas, los proyectos y el presente, radio Urquiza directo desde Villa Crespo.
Luego, escalando hasta la casa de
Cerezus y
Julia, las galletas frustradas, la pizza casera, las novedades, y qué difícil es entender a quienes no entendemos, cómo alguien puede montar una escena en su propio cuerpo, como pueden tapar la piel, los poros, y creer que en el fondo son eso. Aunque allí también la música nos levantó de la incertidumbre, un poco de chamamé, un bossa nova y el son colombiano, acompañado de un poco de punk, nos mantuvo entretenidas. Y el cierre de oro con Señor Nakata, y sus 7 minutos de ronroneo y amor, sobre mi falda.
Volver en el colectivo se me hizo una pista de baile. Y dormir fue muy difícil.